Radioterapia mejorada

La radioterapia utilizada en el tratamiento del cáncer no parece ser tan eficaz en las personas que fuman.

Una de las razones de esto es que se necesitan tejidos oxigenados para que la radiación tenga su máximo efecto. El oxígeno produce moléculas, llamadas radicales libres, que matan las células cancerosas. Fumar provoca el estrechamiento persistente de los vasos sanguíneos, reduciendo la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos. Cuando los niveles de oxígeno son bajos, se reduce el impacto de la radioterapia.

Fumar también prolonga y agrava los efectos secundarios de la radiación, que incluyen mucositis (inflamación de los tejidos de las mucosas), xerostomía (boca seca), xerosis (piel seca), ageusia (pérdida del gusto), neumonitis y daño a los huesos y tejidos blandos. También puede aumentar el riesgo de muerte prematura en personas que se someten a dosis altas de irradiación torácica.

Según un estudio de 2017 en el revista de oncología clínica, las fumadoras con cáncer de mama que se someten a radioterapia tienen un riesgo al menos cuatro veces mayor de morir por enfermedad cardíaca en comparación con un conjunto de personas que nunca han fumado.

Al dejar de fumar, los efectos de la radioterapia no solo mejoran, sino que también se puede reducir el riesgo de complicaciones.

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